domingo, febrero 28, 2010

¡Terremoto!

El viernes 26 me fui a dormir tranquilo pero con una gran incertidumbre por delante. Ese día me despidieron del trabajo (por "necesidades de la empresa", un eufemismo para echar a una persona que hace bien su pega pero que no es deseada). Pero mi sueño no duró mucho...
A las 3:30 de la madrugada, me despertó mi esposa, asustada porque estaba temblando. Con los ojos aún cerrados, pensé que se trataba de otro temblor como tantos ocurren en Chile, en todos lados y a toda hora, y que terminaría pronto. Pero el temblor no terminaba, sino que aumentaba su intensidad. Sentí que la estructura del edificio se mecía fuerte. Los objetos de vidrio y cerámicos comenzaban a caer y quebrarse. Ya parecía claro que se trataba de un terremoto. Me mantuve calmado, dentro de lo posible, pues mi esposa estaba bastante histérica. La energía eléctrica se cortó, quedando a oscuras, y el movimiento aumentó de intensidad. Hasta que fue deteniéndose poco a poco. Cuando terminó, fui rápidamente por mi lámpara de emergencia, ya que no veía nada y estaba claro que había regado por el suelo trozos peligrosos de vidrio y cerámica. Di un vistazo a la estructura del departamento y no vi ningún daño. Me sentí un poco aliviado. Pero escuchaba gritos afuera, en el pasillo, de modo que abrí la puerta. Vi como los residentes estaban bajando por las escaleras hasta el primer piso. En un primer instante no quería salir, pero al sentir olor a gas en el pasillo, me di cuenta que la situación era más seria: el terremoto había dañado las tuberías de gas y habían fugas, que naturalmente podrían inflamarse y provocar una explosión. De modo que bajamos de inmediato. El edificio tiene once pisos, y nosotros estábamos en el tercero. Esta era la primera vez que pasaba un terremoto en un edificio.
Además de mi lámpara, andaba trayendo mi celular con radio, de modo que me puse a escuchar informaciones mientras estábamos afuera. Pensé que nos íbamos a quedar ahí hasta el otro día. Pero al cabo de una o dos horas, volvió el suministro eléctrico. El conserje había cortado el suministro de gas, de modo que ya no había peligro. Todos volvieron a sus hogares. Yo no pude volver a dormir. Me quedé escuchando la radio y viendo TV, para saber qué había pasado y qué seguía pasando.

Yo fui testigo del terremoto de 1985, y pensé que sería el único que viviría. Ahora pienso que quizás el terremoto del viernes pasado no sea el último...