jueves, diciembre 22, 2011
miércoles, noviembre 30, 2011
No he olvidado mi blog
En una entrada de 2006, conté un poco la historia de los relojes que he tenido durante mi vida hasta esa fecha. Durante el tiempo transcurrido hasta hoy, han habido algunas novedades...
Fines de 2006 y con la Fran intercambiamos regalos de noviazgo. La tradición indica que mientras el novio entrega el anillo de compromiso a la novia, ella le debe obsequiar un reloj. De modo que hice valer la tradición y aunque yo cubrí la mitad del costo, recibí como regalo un lindo reloj Casio (siempre fiel a la marca Japonesa) de la línea Edifice.
Este reloj me gusta mucho y me gusta usarlo, sin embargo, dado que posee un valor sentimental (por ser el obsequio de novios), trato de usarlo poco ya que siempre tengo miedo que le pueda pasar algún desastre. Algo similar me pasa con mi reloj Bulova, obsequiado por mi tío, quien falleció en 2008 y por tanto adquirió un tremendo valor para mí.
Hacia fines de 2009, le regalé a la Fran un reloj Casio analógico negro, sencillo pero bonito (aunque ella no le interesa mucho tener ni usar relojes), pero desde entonces lo usa prácticamente a diario. En vista de mi acierto, aproveché de comprar uno para mí, recordando un poco aquel Casio de 1989 que dejé guardado en la casa de mi madre y en algún momento recuperaré.
Yo tengo un problema con los relojes que creo que no he contado. Dado que mis muñecas son más bien pequeñas, los relojes grandes (que generalmente son para hombre) me quedan grandes (y las pulseras también).
Fines de 2006 y con la Fran intercambiamos regalos de noviazgo. La tradición indica que mientras el novio entrega el anillo de compromiso a la novia, ella le debe obsequiar un reloj. De modo que hice valer la tradición y aunque yo cubrí la mitad del costo, recibí como regalo un lindo reloj Casio (siempre fiel a la marca Japonesa) de la línea Edifice.
Este reloj me gusta mucho y me gusta usarlo, sin embargo, dado que posee un valor sentimental (por ser el obsequio de novios), trato de usarlo poco ya que siempre tengo miedo que le pueda pasar algún desastre. Algo similar me pasa con mi reloj Bulova, obsequiado por mi tío, quien falleció en 2008 y por tanto adquirió un tremendo valor para mí.
Hacia fines de 2009, le regalé a la Fran un reloj Casio analógico negro, sencillo pero bonito (aunque ella no le interesa mucho tener ni usar relojes), pero desde entonces lo usa prácticamente a diario. En vista de mi acierto, aproveché de comprar uno para mí, recordando un poco aquel Casio de 1989 que dejé guardado en la casa de mi madre y en algún momento recuperaré.
Yo tengo un problema con los relojes que creo que no he contado. Dado que mis muñecas son más bien pequeñas, los relojes grandes (que generalmente son para hombre) me quedan grandes (y las pulseras también).
miércoles, enero 19, 2011
Malditos dientes y dentistas
Creo que no hay nada más traumático para mí que las visitas al dentista. Cada vez que me acuesto en esa butaca de tortura, me siento igual como el muñeco que aparece aquí al lado.
Desde pequeño comenzaron mis dramas con la salud bucal. Cuando comenzaron a salirme los dientes definitivos, éstos eran muy grandes para el tamaño de mis mandíbulas, y tuve que someterme a un tratamiento de ortodoncia (y de paso me tuvieron que sacar algunas piezas para dejar espacio suficiente a las demás). No fue nada de grato experimentar extracciones de muelas siendo un niño. Creo que ahí comenzó mi trauma.
Después, siendo adolescente, otra vez el problema del tamaño: las muelas del juicio estaban por brotar pero no cabrían en la mandíbula. Consecuencia: cuatro extracciones más, todas al hilo, y esta vez, mediante operaciones, ya que las piezas todavía estaban bajo la encía. La verdad fue muy traumático.
A pesar de mi rechazo hacia las clínicas dentales, trataba de ir cada cierto tiempo a controles. "Mas vale prevenir que curar". Sin embargo, en cada control siempre me encontraban algo, y si no tenía caries, había que cambiar una amalgama, lo cual implicaba pulverizar la antigua, horadando más la pieza afectada de lo que ya estaba. A veces pensaba que tras esto había un interés económico, ya que si un dentista no me encontraba nada, no era tan buen negocio como decirme que unas manchitas en los dientes eran en realidad un festival de caries, y así agendar varias citas y desembolsar unas buenas monedas, y más encima quedar con los dientes más amputados que antes. Quizás por esto me alejé inconscientemente de los controles, lo que al parecer no fue mejor.
Ya siendo más adulto, un nuevo problema. Cuando tenía una caries, esta avanzaba y no sentía dolor de muelas. Sólo sentía una molestia, o bien "saltaba" una amalgama, entonces acudía al dentista, pero con ese nivel de daño sólo se podía hacer un tratamiento de conducto.
Naturalmente, los conductos no me gustan nada, no sólo por el costo y lo desagradable de las sesiones, sino que en definitiva matan el diente y eso significa que la pieza igual se perderá, quizás más tarde que temprano, pero no durará igual que los dientes vivos.
Ya llevo dos conductos y ahora recién me saltó una tapadura, que según el dentista que vi hoy, implica hacer otro conducto. Qué terrible. No es un comienzo de año que me guste la verdad.
Claro, hay cosas peores, además, todo el mundo tiene problemas dentales.... pero quizá no con mi trauma odontológico.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)