martes, octubre 31, 2006

Mi primera y última cassette

Mi primera cassette fue una Maxell LN de 30 minutos que venía incluida en mi primera radio (cassette) a fines de 1978. En esos tiempos, si comprabas una grabadora, ésta venía con una cassette y además se incluían las pilas (no como ahora, que se vende todo por separado --y los accesorios con precios inflados). Al poco tiempo mis padres compraron dos cassettes: uno como la que aparece en la foto, y otro similar pero de 120 minutos (ese fue para mí). Por esta razón, al ver la foto, se me llena la cabeza de recuerdos, porque desde entonces la grabación de música (principalmente) se transformó en mi gran hobby.
Durante años compré cintas vírgenes para grabarlas con la música que me gustaba. Maxell, Sony, TDK, BASF, Pioneer, eran mis marcas de siempre. La época dorada de la cassette. Jamás me tenté por las cassettes baratas, sabía que eran una porquería y lo que allí se grabara no duraría mucho.
Hacia mediados de los '90, ya coleccionaba CDs, y fui dejando de grabar música, y por ende, de comprar cassettes. En 2000 llegó a mis manos mi primer Minidisc, y entonces tomé la decisión inevitable: dejar de usar cintas. Ese año compré un boombox, y con él, mi último cassette... hasta ahora.
Porque este mes que hoy termina, vi un foro donde se hablaba de las cassettes. Se mencionó una marca llamada That's, que yo había visto en tiendas de la Casa Musa, y que pensaba era una marca chancho, pero según los foristas se trataba de una cassette bastante respetable. De pronto tuve una idea: comprar mi última cassette (sabiendo que será la última, pues la disponibilidad de cintas y grabadoras de cinta es tan baja que es fácil suponer que pronto desaparecerán, y sabiendo que lo más probable es que no la use y se quede sellada). Así que partí a Casa Musa y pedí una cassette That's. Y That's all folks... gracias cassette por brindarme tantos años de servicio... pero la era digital llegó para quedarse, y es hora de retirarse al museo.

lunes, octubre 30, 2006

Dos casorios al hilo

Este fin de semana fue de trabajo intensivo. Viernes y sábado, dos matrimonios al hilo que fotografiar. Así que mi cámara y flash tuvieron harta pega. Pero respondieron excelente, tal como lo esperaba.
Todavía ando un poco trasnochado (nunca fui bueno para el trasnoche). Pero no importa. Imagen Selecta agarra vuelo...

domingo, octubre 22, 2006

Angustia de domingo

El día domingo, tipo 18 ó 19 horas, viene la minidepresión pre-nueva-semana. Desde que estaba en el colegio sentía esa angustia, porque ya se venía encima el lunes, volver a la rutina de la semana, volver a levantarse tempranísimo para ir a clases. Ahora ya no soy estudiante, pero la rutina sigue existiendo (y una rutina bastante más chata que ir a clases).
Por esta razón, cuando se viene un lunes feriado, la minidepresión desaparece... para reaparecer el lunes, pero un poco disminuida porque la nueva semana sólo tiene cuatro días.
En fin, la vida es así, al menos hasta que jubile o... hasta que encuentre un trabajo sin presiones, donde los problemas del día laboral no alteren mis nervios, donde los compañeros de trabajo sean amigos y no gente que es amable cuando le conviene y el resto del tiempo no te pesca o simplemente te caga. Sí, sé lo que piensas... que estoy buscando algo que no existe. Pero a veces hay que ser idealista, no para enredarse en búsquedas infinitas, sino para encontrar algo mejor cada día. Creo que lo peor que le puede pasar a uno es conformarse con lo que es o lo que hace.

miércoles, octubre 18, 2006

La galería muerta

Ayer, al salir del trabajo, tuve que dirigirme al centro de la ciudad a una diligencia muy precisa y breve. Tomé el Metro para llegar más rápido pero fue un viaje desagradable pues el vagón iba totalmente lleno y me fui todo el trayecto como una sardina enlatada. Una vez finalizado mi trámite, decidí aprovechar el viaje y me di una vuelta por un lugar que no visitaba hace años: la galería que desemboca en el portal Fernández Concha, al frente de la Plaza de Armas. La última vez que la visité, fui a ver relojes pues en dicha galería había gran cantidad de locales que vendían joyas y relojes. Sin embargo en la actualidad la galería está muy disminuída: apenas dos locales con alguna variedad de relojes y otros dos más pequeños, y nada más. Gran cantidad de locales cerrados. Ciertamente, la galería no tiene la vida de hace diez años y más.
Tampoco existe el Chez Henry... aunque todavía viven los locales del portal que venden completos y comistrajos de dudosa higene. Y bastantes flaites dando vueltas, lo que me hizo tomar el camino de regreso en cuanto pude (no soporto mucho tiempo cerca de flaites, si leiste mi crónica anterior, lo entenderás).

La Navidad más triste de mi vida

Mi crónica anterior sobre relojes me hizo recordar un episodio bastante desagradable que me tocó vivir, y que seguramente mucha gente ha experimentado en mayor o menor medida, y tal vez más de una vez: ser víctima del amigo de lo ajeno. Pero no fue sólo eso. Porque en mi caso, no pudo ser en un peor día: un día de Navidad. Y además, ser robado por un paco miserable, es algo que debe ser contado en esta crónica.
Fecha: 24 de diciembre de 1991. Fue un día caluroso que nos obligó a abrir las ventanas de la casa. En la tarde, nos estábamos preparando para asistir a la casa de un tío donde se reuniría la familia para pasar esa Navidad. Tuvimos la (inesperada) visita de una prima, que se había casado hacía pocos meses y andaba con su guagua colgando (actualmente es Enrique, un joven más grande que yo, y que de seguro no tiene idea lo que nos hizo pasar). La presencia de un crío siempre ha sido motivo de revolución en mis tías (mi madre incluida), de modo que tanta atención concentrada en la guagua, hizo olvidar cosas más importantes, como verificar que las ventanas de la casa estuviesen cerradas antes de salir.
Posterior a los hechos, mi vieja me comentó que ese día andaban flaites en la calle pidiendo dinero, y uno en especial le pareció muy sospechoso. No me cabe duda que ese sujeto debe haber detectado la ventana abierta, y junto a cómplices, aprovechó nuestra ausencia para desvalijar parte de la casa.
Mi tío recién se había cambiado a una lujosa casa con una piscina, y después de una bonita cena y de abrir los obsequios a medianoche, mis primos se zambulleron en la piscina. Me invitaron a participar, pero por alguna extraña razón, no quise bañarme (a pesar que la noche estaba muy agradable). Me sentí extraño, como angustiado. No le di mayor importancia, y poco después, ya estábamos en camino de regreso a casa. Ni nos imaginábamos lo que sucedería después.
En la casa, teníamos algunos obsequios al pie del árbol navideño, de modo que al llegar, me acerqué a verlos. Sin embargo, descubrí extrañado que no había ninguno. En ese momento no entendí qué pasaba. Fue una confusión total. Luego de un minuto, observamos que un boombox que teníamos en el comedor, había sido manipulado como con la intención de sacarlo de su lugar. Entonces mi vieja exclamo: "Se entraron". Recién en ese instante me di cuenta que alguien había violado nuestro hogar. Ni me preocupé de pensar que si había entrado un ladrón, podría estar todavía dentro de la casa. Subí disparado a mi habitación, imaginándome lo peor. Al entrar, mis temores se hicieron realidad: la ventana estaba abierta totalmente, y como los ladrones entraron por mi habitación, la arrasaron.
Como era de esperar, robaron casi todo lo electrónico, algo de ropa, y uno que otro perfume. Fueron selectivos, porque sustrajeron las cosas de mayor valor (entre ellas, los relojes que mencioné en mi crónica anterior, y varios artículos que había comprado en mi reciente viaje a Iquique). Otros objetos más "rasca" no los tocaron, como un walkman medio malo marca chancho (que ni siquiera era mío). El haberme dado cuenta que no se llevaron este objeto tuvo mucha significación después, como voy a narrar a continuación.
Los antisociales registraron toda la casa, pero afortunadamente mi vieja cerró con llave su habitación, de modo que no le tocaron nada (en el fondo, creo que fue mejor así, porque de haber entrado allí, los ladrones habrían tenido acceso a joyas, dinero y un arma de fuego).
Rápidamente llamamos a Carabineros. Pensamos que no tardarían en venir. Pero demoraron más de dos horas. Entretanto, llamamos a la Policía de Investigaciones, pero no quisieron acudir, ya que "si llamaron a Carabineros, deben esperarlos".
Finalmente llegaron dos pacos. Eran las tres de la mañana. Uno entró armado con una ametralladora, y curiosamente andaba con su traje completo (lo lógico era que anduviera de camisa, ya que la noche estaba bastante agradable). Hurgó por todas partes. El otro, que hacía de jefe, nos tomó algunas declaraciones y una lista de las cosas que nos habían robado. Cuando volvío el paco de la ametralladora, nos pidió el baño, y posteriormente se fueron.
Esa noche prácticamente no dormí nada, pues los antisociales lograron hacerse de las llaves de la casa. Cuando amaneció, tenía la esperanza que todo lo vivido sólo hubiese sido una pesadilla. Pero la pesadilla era real. Era Navidad, y yo estaba desvalijado. El día estaba cubierto y raro. Salimos al patio y descubrimos otras algunas sorpresas. Una silla de madera con señas de haber sido usada para sacar cosas de la casa, marcas de zapatillas, y el sello habitual de un ladrón: dejar su excremento en la casa, en este caso, fue en el patio. Cerca de estas señas, encontramos una pista que podría haber dado con el paradero de los ladrones (si la justicia hubiese hecho su labor, pero para variar el juez ordenó archivar los antecedentes sin investigar nada). En el suelo había un papelito donde aparecía el nombre de una guagua y un consultorio. No me cabe duda que con una pequeña investigación se podría haber dado con el nombre de la persona que andaba con esa criatura y en definitiva, con los responsables, y quizá habría podido recuperar algunas de mi cositas.
Recuerdo que esa mañana conversamos mucho con mi vieja. Tratando de armar el rompecabezas del robo, cómo había sido efecutado, por dónde habían transitado los antisociales, etc. Ella había hablado con vecinos que curiosamente "nada habían visto". Yo le mencioné que algunas cosas se habían salvado de los ladrones, como el walkman rasca. Cuando fuimos a verlo, había desaparecido. Desde que lo vi la última vez, las únicas personas que entraron a la casa fueron los pacos. Y entonces entendimos por qué el paco de la ametralladora había pedido el baño: fue para acomodarse el walkman oculto en su chaqueta.
Al transcurrir el día, el tiempo se descompuso y se desató un aguacero totalmente inesperado, tanto como lo fue el robo y la gran tristeza que me embargo aquel día. Yo diría que de no haber sido por la ayuda de mi vieja, habría caído en una depresión fulminante. En particular recuerdo un comentario totalmente desatinado que hizo una tía al enterarse de lo sucedido, cuando dijo que "en estos momentos el ladrón debe estar feliz eschuchando tus discos en tu equipo, con tus zapatos, poniéndose tu perfume", etc. Ese comentario, totalmente burlesco y falto de tino, lo encontré casi criminal y me hizo recordar que a veces hay gente que no medita lo que va a decir (la típica pachotada).
La terrible experiencia del robo me dejó afectado mucho tiempo, aparte de lo que significó para mí la pérdida de pertenencias (en una época en que era estudiante y no ganaba plata como para reponer lo perdido), yo diría que fue más desagradable la sensación de violación de hogar, que varios ladrones escudriñaron mi casa, mi habitación, y mis cosas. Y quizá lo más triste de la historia, es haber sido atendido por un carabinero corrupto, tan ladrón como los flaites que robaron mi casa.
Por esto, siempre me preocupa dejar la casa sola. Y cuando veo flaites rondando mi calle, me preocupo. Porque al verlos, me parece estar viendo a los indeseables que un día violaron mi hogar...

martes, octubre 10, 2006

Yo y mis relojes


Medio por casualidad di con un sitio web donde aparece un museo de relojes "de nerd". Al ver fotos de mis primeros relojes, mi cabeza se llenó de muchos recuerdos y me sentí impulsado a escribir lo que viene a continuación...

Recuerdo mi primer reloj (de pulsera)... fue un Longines a cuerda que mi viejo desechó cuando le regalaron un Seiko automático. Hoy en día sería una locura pasarle un Longines de los '30 o '40 a un niño cuando hay disponible una gran vareidad de relojes desechables... pero cuando yo era niño, la revolución del reloj japonés todavía no comenzaba (al menos en Chile). De modo que aprendí a leer la hora y a darle cuerda al Longines, hasta que en 1980 comencé a ver en las tiendas la invasión de relojes digitales. Me gustaron tanto que fue mi pedido de Navidad para ese año. Y entonces el Longines se guardó y comencé a lucir orgulloso un Citizen Multialarm (parecido al de la foto, pero era un modelo ligeramente más nuevo).

El Citizen era una maravilla: exhibición digital de la hora, dos alarmas programables, un carillón, y un cronómetro. Además de fecha y de contar con una diminuta bombilla eléctrica para verlo de noche. Este reloj me duró muchos años hasta que el uso diario terminó matándolo (primero murió el broche de la pulsera, y más adelante le pegué un rayón bastante grande que dejo parcialmente obstruída la pantalla).

En 1981 recibí como regalo un Texas Instruments no metálico con calculadora (un auténtico reloj de Nerd). Sin embargo, un día metí la mano en un estanque con agua sin darme cuenta que también estaba metiendo el reloj. No murió de inmediato, pero al poco tiempo los dígitos comenzaron a borrarse hasta que desaparecieron por completo.

En 1984 para mi cumpleaños vino mi siguiente reloj. Un Casio CFX-200. Otro reloj de nerd. En esos años, era muy común ver las tiendas llenas de relojes extravagantes: con calculadora, con juegos, con melodías, con barómetros, etc...

En 1989, había llegado la moda de los Swatch y volvió el interés por los relojes analógicos. Como un Swatch era caro para mí, elegí un Casio muy sencillo y elegante, pero no metálico sino que de resina (plástico). Lamentablemente las correas plásticas me duraban muy poco tiempo (y no eran baratas), razón por la que sólo lo usaba en reuniones sociales.

Al año siguiente, en 1990, durante un viaje compré mi primer reloj con complejidades: el Casio Moongraph. Aparte de la complejidad de las fases lunares, me gustaba mucho su diseño y el cristal redondo. También era de resina y tuve el mismo problema de la corta durabilidad.

Lamentablemente en 1991 entraron a robar en mi casa y arrasaron con la gran mayoría de mis pertenencias, incluyendo el Moongraph y el Casio calculadora (el Casio analógico se salvó porque lo traía puesto).

En 1996, paseando por una tienda (y con dinero en los bolsillos) me tenté con DOS relojes: un Orient analógico muy bonito, con correa de cuero, y un Casio analógico modelo corredor de autos. Este último se me descompuso y por tratar de repararlo lo descompuse más, de modo que tuvo la vida más corta en mi historial relojero. El Orient todavía lo conservo aunque la correa de cuero está media malona (no hay caso, a mí sólo me sirven los relojes metálicos 100%), y la pila se agotó hace tiempo.

En 1999 recibí como obsequio de graduación universitaria un Bulova, que es que uso habitualmente. Es un "reloj de lujo", y creo que será el único, porque la verdad los relojes-joyas nunca me han atraído.

Finalmente en 2003, compré un Casio que fuese a prueba de agua para poder usarlo cuando iba a la playa o la piscina. Aunque de tamaño un poco voluminoso, me ha funcionado muy bien, y todavía no he tenido que cambiarle su pila.

¿Y cuál será mi próximo reloj? La verdad no sé, así como tampoco sé cuándo será. Por de pronto, para saber la hora ya no necesito traer puesto un reloj pulsera...

jueves, octubre 05, 2006

Quizá soy demasiado bueno

Soy un convencido que si haces un mal a alguien, tarde o temprano se te devolverá. Creo que esto mismo lo comenté en otra crónica ("no escupas al cielo ni mees contra el viento"). Por lo mismo, nunca he levantado vendettas, aunque en ocasiones, ganas me han sobrado. ¿Por qué digo todo esto? Porque mi actitud hacia los demás siempre (o casi siempre) ha sido muy abierta, en el sentido de escuchar al otro y eventualmente darle una mano, por ejemplo, haciendo favores. Qué agradable es cuando uno necesita algo, y otra persona te lo ofrece sin pedir nada a cambio, sino la sola satisfacción de haberte ayudado, ¿verdad? Sin embargo, a lo largo de mi vida, he tenido algunas malas experiencias al respecto, con gente que me ha puesto en situaciones incómodas o derechamente peligrosas, o simplemente han sido mal agradecidos. Claro, a todo el mundo le habrá pasado alguna vez, pero en mi caso, estas situaciones me han producido una contradicción: por una parte, mi tendencia natural y mi formación moral de tener una buena voluntad con los demás; por otra, un mundo o una sociedad donde las personas son sumamente individualistas y su objetivo es triunfar y tener más dinero y poder, aunque eso signifique pisotear al resto, apropiarse de lo ajeno, engañar, cahuinear, estafar, y por supuesto, abusar de la gente de buena voluntad. Ese es el mundo que tenemos, y no veo señales que esa tendencia vaya a cambiar.
Siempre pensé que aunque el mundo o el entorno fuese retorcido, no por eso yo me tenía que unir a una miserable filosofía de vida, o al menos quedarme indiferente. Ahora ya no estoy tan seguro. Siento que la gente (estoy hablando en general) no se acerca a mi en forma desinteresada, y eso no me gusta nada, aparte que me trae problemas. Naturalmente que sería todo más simple si uno pudiese detectar las intenciones ocultas de la gente y prevenirse. Pero no se puede... Al menos yo todavía no adquiero esa habilidad. Y quizá nunca la tenga. Entonces creo que ha llegado el (lamentable) momento de comenzar a cerrar una puerta que estuvo abierta por muchos años, por donde entró mucha gente buena pero también gente mala que causó daños y perjuicios que no pagó nunca. Pero no importa. Esas cuentas al final siempre se pagan, aquí o en la quebrada del ají.

martes, octubre 03, 2006

Fotografiando una boda

Después de un largo receso, volví a fotografíar un matrimonio. Este tipo de fotografía no es fácil como algunos piensan... Para empezar, los matrimonios suelen ser en la tarde-noche, dentro de iglesias o recintos con iluminación definitivamente mala para fotografía. Las cámaras compactas con flash incorporado suelen comportarse miserablemente en las tomas de cuerpo entero o de un grupo de gente. Lo mismo es aplicable a los videos: si el camarógrafo no cuenta con un foco de luz poderoso, el video quedará irremediablemente oscuro.
En definitva, la clave es la luz...