jueves, abril 27, 2006

¿Dónde tiro mis pilas ahora?

Anoche me deprimí cuando vi en TV la noticia sobre el fracaso de los contenedores para desechar pilas agotadas. ¡Qué pena! Desde siempre he tenido conciencia del daño que producen estos elementos si se vierten en la basura. Pero, ¿qué hacer? Somos dependientes de las pilas, no podemos dejar de comprarlas. Por eso, cuando la Municipalidad de Santiago instaló en 2001 los contenedores para tirar pilas, me pareció tan buena noticia, que yo juntaba mis pilas gastadas y cuando tenía que viajar al centro, las tiraba en el contenedor. Incluso lo comentaba con mis amigos y conocidos para incentivarlos a hacer lo mismo. Sin embargo, cuando supe que la empresa encargada de recolectar las pilas no las reciclaba (sólo las trataba para luego botarlas en un relleno sanitario) me pareció una burla (aunque claro, antes era peor: no se hacía nada). Por una parte el país se codea con países desarrollados en los tratados de libre comercio, pero por otra es incapaz de adoptar una política clara respecto a la conservación del medio ambiente como sí la tienen esos países, incluyendo el tratamiento de estos verdaderos desechos químicos domésticos.

viernes, abril 21, 2006

Mendigando

Cuando camino todos los días al trabajo, siempre veo dos personajes que son parte habitual del paisaje urbano. Son dos mendigos. Uno de ellos es un colorín, joven, que se sienta en el suelo o se queda de pie, pero no suplica monedas ni usa carteles. No es raro verlo leyendo el diario o tomando un buen desayuno, con la mirada perdida en el tráfico vehicular. Al principio no entendía por qué este hombre estaba en la calle, hasta que vi como le venían crisis epilépticas (paradojalmente, se instala al lado de una farmacia). Claro, aparte de indigente, quizá nadie debe darle trabajo por su problema de salud. El otro mendigo es un ciego, que se sienta en una silla y toca melodías desafinadas en una flauta de plástico, la cual debe golpear cada tres segundos para destaparla y seguir tocándola. Este sí exhibe cartel de ayuda, y en los días soleados usa una camisa con un colgador de ropa adentro, donde mete la varilla de una sombrilla para protegerse del sol.
A veces me pregunto si estos personajes están donde están porque son la escoria de la sociedad, o simplemente porque están haciendo un buen negocio... money for nothing. En una próxima crónica hablaré del mendigo famoso que se arrastraba por el suelo para pedir dinero, pero en su casa tenía lujos como un bar personal.

miércoles, abril 19, 2006

Un buen café

Me gusta tomar café. Pero no simplemente para pasar el frío, o por costumbre social, o para manternerme despierto. Yo voy más allá, me gusta saborear un buen café, junto a un amigo, a una amiga, un colega, etc. (alguna persona que también guste del buen café), sentados en un sitio agradable y alimentando una buena conversación. Y si lo acompañamos con un chololatito bitter de cortesía, tanto mejor. Es un gusto que me doy, y mi día cambia después de un buen café. Me siento bien.
Pero ¿qué es un buen café? Es un café de grano, naturalmente. Pero bien preparado. Un express o un capuchino, pero bien hecho.
Hay gente que no entiende por qué en casa, me doy el trabajo de preparar un buen café, desde la molienda del grano hasta el vertido en la taza. Todo un ceremonial. "Es parte del encanto", les digo yo. Algo que cuesta entender a quien se contenta con un Nescafé (o peor todavía, con un sucedáneo como Dolca o Coronado). El que es cafetero como yo, no necesita escuchar mayores explicaciones: conoce el encanto del buen café, y lo disfruta.

martes, abril 18, 2006

Zacarach

Ayer el noticiero en la TV parte con la imagen de un pedófilo (Rafael Maureira, aka "Zacarach") que apenas fue dejado en libertad por la justicia, es golpeado por las madres y familiares de los niños que fueron sus víctimas.
Me quedé pensando en la historia de este individuo... pedófilo que se vuelve transportista escolar para estar cerca de los chicos, ganar su confianza y abusar a diestra y siniestra de ellos. Y por si fuera poco, lucrar con esos abusos. A vista y paciencia de todo el mundo. Porque no fue la policía sino una reportera de UCTV quien le siguió los pasos, desde sus avisos en la Internet hasta la casa donde realizaba sus fechorías. Y después de casi cuatro años, la justicia no es capaz de juzgarlo, a pesar que el caso es bastante sencillo (hay montañas de evidencia y sin atenuantes). Indigna, sin duda. Porque en otras latitudes, el juicio es muy simple y el castigo para el pedófilo es simplemente terrible: morir empalado. Y aunque aquí sólo tuvo que enfrentar la cárcel durante estos años, ni siquiera estuvo expuesto a la condena que los propios reos efectúan sobre los violadores: ser violado. En suma, la sacó barata, y con palito "siga participando" cortesía del Poder Judicial...
De modo que si Ud. tiene niños, preocúpese. Ese transportista escolar, manicero, payaso, doctor, maestro, auxiliar, aseador, etc., que Ud. ve pasar... podría ser Zacarach.

miércoles, abril 12, 2006

Parásitos en la pega

Los empleos estatales son los mejores caldos de cultivo de parásitos con forma humana. Recuerdo perfectamente cuando realicé trabajos en una entidad estatal, y a mi lado "trabajaba" una periodista (al menos eso decía ser), que la mayor parte del tiempo no estaba en su puesto (¿tal vez andaba reporteando?), y cuando estaba, nunca la vi realizando alguna labor catalogable como pega. A decir verdad, nunca supe qué servicios prestaba esa persona en esa oficina. Menos si esos servicios concordaban con el sueldo que recibía. De seguro que no. A fin de mes, llegaría a sus manos un jugoso chocoso y vendrían treinta días más de deliciosas mamadas a la teta fiscal.
Ejemplos como ese hay para regodearse. (Para qué mencionamos los puestos tomados mediante maniobras políticas, por ejemplo. Platita no poca y segura, por mucho tiempo, y después de unos años, unos exquisitos bonos por haber metido las patas y las manos, o en el mejor caso, por no haber hecho nada.)
En una próxima crónica, me referiré a los parásitos en el mundo privado. (Sí, existen. Y son más inteligentes.)

martes, abril 11, 2006

Cortes

Esa frase que dice "las cosas no se aprecian hasta que se pierden" es muy cierta... uno de los mayores dramas que recuerdo fue un invierno con temporales que provocaron problemas en EMOS (actualmente Aguas Andinas) y vino el corte de agua en gran parte de la ciudad por tres días... parece poco tiempo, pero bastó apenas un día para que los transtornos generados sobre algo tan habitual, como el aseo personal, me pusieran en un estado de irritación permanente. Entonces pensé que estamos tan acostumbrados a que abriendo una llave tenemos toda el agua que queremos, que no tomamos conciencia de su importancia... hasta que se acaba.
Los cortes de energía también nos transtornan la vida porque actualmente todo es eléctrico... Sin embargo, prefiero estar sin energía que sin agua. Sin luz se puede vivir (en condiciones precarias, pero se puede). Sin agua, simplemente no se puede. Ya viví esa situación y no me agradaría volver a vivirla. Por otra parte, los cortes de luz tienen para mí cierto atractivo extraño (al igual que los temblores), porque estando en casa, llegaba el momento de activar mi elemento predilecto: la radio a pilas, y escuchar cómo los periodistas comenzaban a movilizarse para averiguar qué había ocurrido, las zonas afectadas, etc...
Sin embargo, en una ocasión, el corte de luz me pilló en la calle, caminando de regreso a casa, un día de invierno y ya de noche. Todavía recuerdo como de pronto, todo se volvió negro. Tuve que detenerme. Sólo se veían las luces de los autos. No podía ver dónde estaba pisando. Pero no me podía quedar allí. Aunque sólo faltaba una cuadra para llegar a casa, fue la cuadra más larga que me ha tocado recorrer. Y al llegar, antes de entrar, dirigí mi vista hacia arriba, y pude contemplar un panorama que actualmente es un privilegio ver (en la ciudad): el cielo totalmente estrellado.

lunes, abril 10, 2006

La ocasión perdida de 1988

Recuerdo en 1988 cuando quise ir a la Feria del Hogar (que se presentaba en el recinto de la FISA --que tiempos aquellos), y por alguna razón (que no recuerdo, seguramente un trabajo escolar por preparar o algo por el estilo), no pude ir, pero fueron mi madre y mi tío. Después supe que él había encontrado en la Feria una lámpara de emergencia, pequeña, sencilla, bonita, y a un buen precio, y desde entonces siempre me arrepentí de no haber ido y haberme traído una para mí. En esos años, los cortes de energía eran eventos seguros cuando habían "protestas" y cada vez que encendía velas, me acordaba de la dichosa lámpara.
Años después, los cortes de luz eran escasos y el tema lámpara ya no era tan importante, aunque jamás olvidé la "ocasión perdida de 1988". Si bien es cierto en más de una ocasión vi lámparas de emergencia en vitrinas, no era un gasto que "valiera la pena".
El fin de semana pasado fui a Sodimac Homecenter a ver unas persianas, pero en vista que no encontré lo que necesitaba, me di una vuelta por los pasillos y veo una lámpara de emergencia no muy pequeña pero sencilla, bonita, y a un buen precio. No lo pensé dos veces y saldé una deuda conmigo mismo de 18 años. Ahora puedo deshacerme de la vela que guardé tantos años para alumbrar mi habitación.

Música, amistad y... algo más

Gracias a nuestros gustos comunes por coleccionar música, nos conocimos con el Hombre del cintillo por allá por 1997... una historia que ya tendré ocasión de contar, quizá él también narre su versión en algún momento.
La necesidad de ampliar las colecciones dio como resultado conocer a otras personas con quienes también entablamos relaciones, aunque en mi caso, bastante más débiles. Así nacieron las Convenciones CBS, magnos eventos destinados a intercambiar nuestros materiales musicales, pero también para compartir, pasar un buen rato, etc... al menos eso pensaba yo... hasta que agotamos el material de intercambio. Entonces me di cuenta que ya no había interés por parte de los demás de volver a juntarse (salvo el Hombre del cintillo, que nunca decía que no a una convención o miniconvención). A pesar que traté de hacer mis mejores esfuerzos por mantener vivo un club de Tobi, la pasividad de los demás, que tomó otro color cuando un integrante de apellido italiano me acusó injustamente de ladrón (después de haber puesto desinteresadamente a disposición de todos la compra de discos en el extranjero), y cuando otro integrante de dudosa reputación simplemente se dedicó a insultarme porque un día no llevé la carátula de un disco (mío por cierto), terminaron por liquidar un lindo proyecto que podría haber durado mucho más. Al final resultó bastante odioso haber tomado el papel de conductor del grupo, porque ¿qué gané con ello? La enemistad de dos personas y la pasividad de las otras tres, porque aprovecho de decirlo y hacer una crítica: me dolió no haber sentido un apoyo de quienes --se supone-- pensaban como yo, para evitar ensuciarse con la mierda ya venteada. Quizá, no pensaban como yo, quizá también en el fondo me veían como un elemento disociador y no cohesionador. No lo sé. En ese sentido, tal vez lo mejor fue el fin. Aunque quedé como el malo de la película sin pretender serlo. Yo tengo mi conciencia tranquila a ese respecto, fui miembro de un club que prometía mucho, di lo mejor de mi, puse todo de mi parte y recibí a cambio algo que no merecía. No importa. No me arrepiento, porque si me equivoqué en algo, jamás fue en mala. No es mi estilo. Simplemente me quedo con lo bueno de esa experiencia.