Una vez mi vieja llamó a un "maestro" dedicado a hacer trabajos con fierros para que pusiera unas protecciones en ventanas de la casa. No lo conocíamos; sólo habíamos visto un letrero que había puesto en una casa antigua de madera afectada por el paso del tiempo. Era un viejo chico de aspecto tan descuidado como la casa que habitaba, que encendió mis alarmas de individuo sospechoso. Hizo unos cálculos rápidos y pidió una cantidad de plata para comprar material. Le dimos el dinero y luego volvió con los fierros en un Ford destartalado. Para evitar sorpresas desagradables lo observé mientras hacía el trabajo. Se puso unas gafas que llamaron mi atención, pues los vidrios estaban severamente lastimados por alguna causa que no lograba comprender, y difícilmente alguien podría ver claro a través de ellos. Cuando comenzó a construir el enrejado, entendí: en vez de usar casco protector para soldador, este muñeco soldaba fierros frunciendo los ojos y usando los lentes como protectores oculares. Como era de esperar, el fundente salpicado en la soldadura se incrustaba en los vidrios, dejándolos cada vez más opacos.
(Para quienes jamás han soldado al arco, puedo contarles que la luz generada en el arco es tan nociva para la vista como mirar directo al sol, y fruncir los ojos no sirve de nada; además, el fundente que es salpicado alcanza rostro y manos del soldador y quema, porque está al rojo vivo, de modo que casco y guantes son equipo obligado.)
Una vez que terminó su trabajo, cobró material y obra de mano. Sin embargo, había bastante fierro no usado en el suelo, y el costo del material le pareció excesivo a mi vieja, quien le hizo medir los metros de fierro utilizado, encontrando que la cantidad comprada sobrepasaba con creces lo que realmente se necesitaba. Claramente el muñeco había tratado de engañarnos, haciéndonos gastar más dinero en material que él planeaba llevarse a su casa. Entonces restando el costo del material sobrante con los honorarios, quedó un resto de mil pesos que fue lo que le canceló mi vieja por el trabajo. El viejo comenzó a suplicar que le diéramos unas "luquitas más por lo menos", a lo cual mi vieja respondió tajantemente que lo pagado era lo justo que debía recibir, sin agregar que el muñeco era un estafador que en realidad no merecía ni un peso. Se tuvo que marchar sin decir nada más.
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1 comentario:
El "cuidador de la playa" es un buen arquetipo de mucha gente que nos rodea... dicen hacer un trabajo que en realidad no hacen, aparecen para cobrar, y si les sacas en cara que hicieron poco o nada, prácticamente te agreden.
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