Ayer, cortesía del "11-s chileno", me fui a la casita una hora antes. Fue agradable volver a una hora en que todavía había luz diurna (aunque el día estaba cubierto), y sin la aglomeración de gente en las veredas ni en el paradero. Aunque no me libré del habitual taco vehicular y mi viaje tardó casi lo mismo que todos los días: una hora, incluyendo los trayectos a pie y la tediosa espera del único bus que me sirve. En fin, de todos modos fue bastante agradable salir antes y llegar a tomar un té con sandwich a la hora del té y no de noche.
Aunque recién es martes, ya sueño con que sea viernes y lleguen los días de fiesta, no tanto porque tenga pensado irme de farra o de paseo fuera de la ciudad, sino por el simple hecho de tener un fin de semana largo y desahogarme de la rutina laboral.
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