Ayer oficialmente pasé a engrosar la lista de los poseedores de un reproductor portatil de mp3. Algo que no tendría mayor importancia para el común de la gente, pero para mí era distinto, porque siempre me resistí al mp3 hasta que el devenir de los acontecimientos me doblaron la mano.
Desde que lo conocí (1997), el formato mp3 no me gustó, debido a la mala calidad de sonido producto de la compresión. Al escuchar un mp3, se notaba que era un mp3 y no un wav ripeado del CD original. Algunas pistas de los CDs no quedaban bien en mp3 aunque se usara la "mejor calidad" posible. Y como yo sólo coleccionaba música y no era un tráficante, el mp3 no atraía mi interés. (Hasta pensé que jamás me interesarían.) Así fue por mucho tiempo.
Mi opinión fue cambiando en la medida en que los algoritmos de compresión fueron mejorando, aparecieron más modelos de reproductores, a precios más baratos y con mayor capacidad, pero quizá lo más importante, es que ahora también sirven para almacenar archivos. Entonces ya no es puramente un aparato para divertirse, sino una herramienta para sacarle provecho.
De modo que bienvenido reproductor de mp3... y espero haber hecho una buena elección.
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1 comentario:
There's no other way. Hay que seguir la musica.
Igual quiero un iPod!
En una de esas me tiento y me voy de compras pronto.
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