Hoy comienza una nueva semana laboral, y parte con un nuevo gerente del área donde estoy yo.
Lo poco que he podido verlo y hablar con él, me permite formarme una imagen de un tipo duro, que ya le tomó la foto a la situación actual, y que impulsará cambios y tomará medidas, aunque sean impopulares, particularmente en lo que se refiere a exigencia, algo que su predecesor nunca hizo.
Pienso que una razón de que no seamos una cultura desarrollada es precisamente la falta de profesionalismo. En general la gente flojea, si puede saca la vuelta, y no realiza bien su trabajo. Tiene que haber alguien con un chicote para que las cosas caminen. Ese es un problema de mentalidad. Es lo mismo que ocurre cuando vemos la vereda llena de vendedores ilegales; si no hay un paco de punto fijo, los tipos se instalan sin ninguna vergüenza. O cuando el automovilista sale a la calle sabiendo que tiene restricción, porque en el peor caso sólo tiene que pagar una pequeña multa. El caso extremo de sinvergüenzura y pereza lo tenemos en las entidades estatales, donde los trabajadores laboran toda su vida, pero no se exigen ni tampoco les exigen. Trabajan al ritmo que desean, y por eso cuando nos toca hacer un trámite en un municipio, o en otra entidad pública, algo que tardaría minutos se realiza en semanas, después de todo, saben que no los echarán por ser ineficientes.
En el mundo privado hay controles y metas, y los empleados pueden ser reemplazados por otros más eficientes, pero aún así no se trabaja en forma óptima. No hay concepto de programación, de lista de tareas, y en definitiva, de responsabilidad. Sin duda, queda mucho por aprender...
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