Ayer, al salir del trabajo, tuve que dirigirme al centro de la ciudad a una diligencia muy precisa y breve. Tomé el Metro para llegar más rápido pero fue un viaje desagradable pues el vagón iba totalmente lleno y me fui todo el trayecto como una sardina enlatada. Una vez finalizado mi trámite, decidí aprovechar el viaje y me di una vuelta por un lugar que no visitaba hace años: la galería que desemboca en el portal Fernández Concha, al frente de la Plaza de Armas. La última vez que la visité, fui a ver relojes pues en dicha galería había gran cantidad de locales que vendían joyas y relojes. Sin embargo en la actualidad la galería está muy disminuída: apenas dos locales con alguna variedad de relojes y otros dos más pequeños, y nada más. Gran cantidad de locales cerrados. Ciertamente, la galería no tiene la vida de hace diez años y más.
Tampoco existe el Chez Henry... aunque todavía viven los locales del portal que venden completos y comistrajos de dudosa higene. Y bastantes flaites dando vueltas, lo que me hizo tomar el camino de regreso en cuanto pude (no soporto mucho tiempo cerca de flaites, si leiste mi crónica anterior, lo entenderás).
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