A mí nunca me han gustado los celulares. Si bien es cierto que en el mundo de hoy, son de gran utilidad, les tengo una antipatía encubierta. Si pudiera prescindir del celular, lo haría. Pero no es posible.
Recuerdo que cuando agarraba vuelo la revolución celular en Chile, me enfermaba escuchar el tono de llamada de un móvil cuando estaba en una sala de espera o viajando en un bus. Para qué decir cuando estaba dictando una clase, e irrumpía el sonido impertinente.
Posteriormente, cuando comencé a postular a pegas, me di cuenta que resultaba muy conveniente contar con un celular para no perder alguna oportunidad. Sin embargo, en ese tiempo los equipos de prepago todavía eran caros y no podía costear un plan.
Ya con trabajo estable contraté mi primer plan y tuve mi primer celular. Con el transcurso de los años he tenido que ir cambiando el equipo, por razones de obsolescencia y también por fallas.
Sin embargo, nunca me ha quitado el sueño poseer un celular top. Me basta con que el teléfono capte las señales a donde vaya, que se escuche bien, y que la batería tenga buena autonomía. Y actualmente hay celulares muy baratos que cumplen con esas condiciones.
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