A veces cuando comento que me ha ocurrido algo malo o desagradable, alguien dice "no hay mal que por bien no venga", y pienso que se trata de un consuelo barato. Pero ayer comprobé que este refrán tiene mucho de cierto.
Hace dos días noté que un neumático de mi auto estaba un poco desinflado... lo cual no es muy raro, ya que cuando controlo la presión de las ruedas, la pérdida de aire no es pareja. Sin embargo, esta vez la rueda sospechosa tenía muy poca presión. Pues bien, inflé todas las ruedas y partí a mis obligaciones diarias.
Anoche manejando rumbo a mi casa, noté que la dirección se inclinaba hacia el lado de la rueda sospechosa... claro indicio que estaba nuevamente con problemas. Pasé a verificar la presión, y no sólo noté que casi no tenía aire, sino que divisé algo clavado en el neumático... ¡había pinchado la rueda y no me había dado cuenta! (Primer pinchazo en siete años que tengo este auto.) Estaba a dos cuadras de la casa, así que decidí ir allá para cambiar la rueda.
Será algo rápido --pensé-- pues he cambiado ruedas en otros autos, así que sé manipular gatas y llaves de tuercas. Pero cuando traté de aflojar las tuercas, sólo cedieron dos... las otras estaban demasiado apretadas, y la herramienta no me servía. Comenzé a despotricar. Había llovido en el día y el pavimento estaba mojado, pero por suerte en ese momento no precipitaba y tampoco hacía mucho frío, de modo que pudo haber sido peor. Y pudo haber sido realmente mucho peor, si esto me pasa en plena calle... Decidí callarme y volver a la gasolinera, antes que se desinflara la rueda. Pedí ayuda a los empleados... tampoco pudieron soltarla. Ya me invadía la desesperación. Por fortuna, ellos me indicaron que había una vulcanización a la vuelta, así que me dirigí allí enseguida. El hombre sacó la rueda con una llave de cruz (ya me daba cuenta que la herramienta del auto no era la más indicada: con la cruz se puede aplicar un torque efectivo). Las tuercas estaban tan apretadas que crujieron al soltarse. (Y pensar que siempre he llevado este vehículo al servicio del importador, pensando que era lo más seguro y pagando precio de oro...)
Al desmontar el neumático, brilló un gran tornillo incrustado en una ranura. Con una destreza sorprendente, el empleado reparó el neumático, lo montó, lo infló, y colocó la rueda. Problema resuelto. Y sólo $2.000. (Un hombre honesto... porque habría sido fácil aprovecharse de la emergencia y cobrarme bastante más.)
Cuando venía de regreso a casa, pensé: si hubiese podido aflojar yo mismo las tuercas, no habría descubierto esta vulcanización y me habría dormido con un problema pendiente. "No hay mal que por bien no venga". Gracias a este incidente, descubrí que necesito otra herramienta en el auto para cambiar ruedas, en caso que alguna vez vuelva a pinchar, pero lejos de un servicio.
"No hay mal que por bien no venga".
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1 comentario:
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