A veces me pongo a pensar en el proceso de degradación que experimenta nuestra sociedad. Un buen ejemplo es la televisión. Antes, a la hora de almuerzo, se podía sintonizar el programa Almorzando en el 13, y escuchar una interesante conversación (no la confrontación del programa actual El Termómetro), con médicos, analistas políticos, empresarios, profesores, ingenieros, etc., dirigida por periodistas como Hernán Olguín, Marina de Navasal, etc. Hoy, a la misma hora, nos encontramos con programas de farándula conducidos por individuos de escasa o nula capacidad para pensar y hablar correctamente sobre algún tema, carentes de un mínimo nivel cultural, y con un lenguaje y dicción espantosos --un arquetipo actual es el tal Felipe Avello.
Hay gente que me dice que esto es una consecuencia lógica de la masificación de la tele. No estoy de acuerdo. Que un medio llegue a más gente, o a gente de estratos más bajos, no tiene por qué implicar una baja en la calidad de lo que transmite.
En fin, habrá que atrincherarse en lo bueno que ofrece la CATV, y el resto del tiempo, apagar la tele y redescubrir otros entretenimientos, quizá más provechosos que la caja mágica.
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