El miércoles pasado hice mi primer viaje a Farellones en invierno. Fui con Fran, que ya había estado antes en esos lugares.
Hace años que acariciaba la idea de conocer estos centros de esquí. Mi objetivo no sería esquiar, sino que conocer el lugar y por supuesto tomar muchas fotos.
El primer problema a resolver fue el transporte. No podíamos ir en mi auto porque no tengo experiencia en el manejo sobre pavimento con nieve o hielo, sé que es peligroso y a eso sumamos que el camino es una cuesta muy cerrada, entonces lo adecuado sería viajar pagando un servicio de transporte.
Después nos encargamos de los preparativos típicos para un viaje (indumentaria, equipos, comida), y tan sólo faltaba esperar un fin de semana con tiempo soleado arriba.
El 15 de agosto parecía un buen día, el pronóstico del tiempo anunciaba sol con algunas nubes (pero no nublado), y sin indicios de lluvia. Esperamos hasta la noche anterior para verificar los pronósticos y nos preparamos para madrugar, porque el transporte tenía hora de salida a las 8.
Llegamos a la agencia, que ya estaba llena de esquiadores, mayoritariamente extranjeros. Recuerdo que sólo me había faltado comprar guantes (los que había visto en tiendas valían un dineral), pero no me preocupaba mayormente, porque tenía un par de guantes rasca que le iba a pasar a Fran (como yo iba a estar tomando fotos, no podía estar con guantes, y si se me congelaban las manos, me las metería al bolsillo. Afortunadmente mientras esperábamos, apareció un vendedor ambulante ofreciendo lentes y guantes. Los examiné y me parecieron muy decentes y a un precio razonable, así que compramos para los dos. Ya estábamos totalmente equipados.
Partió el minibus camino a Farellones. El día estaba precioso. Un sol radiante y unas pequeñas nubes. Poco a poco aparecieron los cerros, la nieve, y luego las montañas. Un espectáculo que valía la pena disfrutar. Y todavía no comenzaba la cuesta.
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