Apenas recorrido un corto tramo, apareció una larga fila de vehículos. El conductor anunció que pasaría a La Parva a recoger a dos pasajeros. Me dieron ganas de reclamar, porque no era justo retrasar el viaje por culpa de dos tontitos que no respetaron el compromiso de abordar el bus en el mismo punto donde nos dejó. Pero nada sacaba, y pensé que no sería raro que hubiesen pagado por el regloneo. Debido a la congestión, el desvío tomó una hora. Seguía nevando, y comenzaba a oscurecer. La fila de vehículos avanzaba unos metros y se detenía por un largo rato. Algunos pasajeros se bajaban del minibus y caminaban un rato al lado, para estirar las piernas. Preferí mantenerme adentro, a pesar de tener el poto molido de estar casi todo el día sentado, pero era preferible al frío extremo y la nieve. Por el lado pasaban vehículos de emergencia, lo que indicaba a las claras que más adelante habían accidentes. Algunos peatones (probablemente gente del sector) ayudaba a los automovilistas, dándoles indicaciones de lo que había más adelante. Yo me saco el sombrero ante ellos, porque hay que tener temple de acero para estar caminando en plena nevazón. A pesar que el uso de cadenas era obligatorio, había autos que no las tenían, seguramente sus dueños presumían de sus vehículos. Pero por muy poderoso que sea un automóvil, en esa superficie ninguna rueda tiene adherencia. Durante el trayecto vi como un 4x4 sin cadenas, inicialmente detenido, comenzó a resbalar sin control y no pudo evitar colisionar al vehículo que estaba adelante. Seguramente lo mismo debe haberse repetido en las curvas de descenso, y bastaba un accidente para obstaculizar toda la vía.
Más de tres horas tardamos en llegar a Farellones (un trayecto que no debe haber tomado más de 10 minutos en el viaje de ida). Todavía faltaba bajar las cuarenta curvas. Eso sí que daba miedo. A pesar que el flujo vehicular era un poco más expedito, había que bajar con sumo cuidado. En varias curvas vi autos abandonados, atascados por la nieve. Conducir con nieve debe ser la prueba de fuego para un conductor profesional.
Cuando terminamos de bajar, los relojes marcaban cerca de las 23:00. Llegamos a la agencia unos 20 minutos después, para abordar rápidamente un taxi a la casa. Yo llegué a la mía pasada la medianoche. Habíamos estado viajando un trayecto de unos treinta kilómetros en seis horas.
Si bien es cierto el mal tiempo nos jugó chueco ese día, este percance nos hizo vivir una aventura que yo jamás me había imaginado y que sin duda perdurará en nuestros recuerdos.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 comentarios:
¡Que tal Tigre!
Estoy devolviendo visita. Me encuentro con esta "serie" sobre el viaje a la nieve, tan accidentado pero escrito en forma muy entretenida.
¡Un abrazo!
Yo fuí una vez a Farellones, con mi mamá, mis tios y primos, todos en un Fiat 125. Eran las vacaciones de invierno y la idea no era llegar hasta arriba, sino que sólo subir hasta donde hubiera nieve... pero pasamos de largo en la única parte donde uno se podía devolver y tuvimos que llegar hasta arriba. Sin cadenas, el auto patinaba en la nieve y estuvo a punto de caerse a un precipicio (con mi tío adentro, lo demás habiamos arrancado :-D ). Creo que es uno de los viajes más recordados por todos. Desde ahí que me resisto a subir a Farellones de nuevo.
Y sobre manejo con nieve: con la nevazón del otro día me tocó manejar por Vespucio Sur con nieve. No pasé de 60km/hr (vel. recomendada en los letreros luminosos), pero habian tontitos que pasaban fácilmente a 120.
Publicar un comentario