Mi crónica anterior sobre relojes me hizo recordar un episodio bastante desagradable que me tocó vivir, y que seguramente mucha gente ha experimentado en mayor o menor medida, y tal vez más de una vez: ser víctima del
amigo de lo ajeno. Pero no fue sólo eso. Porque en mi caso, no pudo ser en un peor día: un día de Navidad. Y además,
ser robado por un paco miserable, es algo que debe ser contado en esta crónica.
Fecha: 24 de diciembre de 1991. Fue un día caluroso que nos obligó a abrir las ventanas de la casa. En la tarde, nos estábamos preparando para asistir a la casa de un tío donde se reuniría la familia para pasar esa Navidad. Tuvimos la (inesperada) visita de una prima, que se había casado hacía pocos meses y andaba con su guagua colgando (actualmente es Enrique, un joven más grande que yo, y que de seguro no tiene idea lo que nos hizo pasar). La presencia de un crío siempre ha sido motivo de revolución en mis tías (mi madre incluida), de modo que tanta atención concentrada en la guagua, hizo olvidar cosas más importantes, como verificar que las ventanas de la casa estuviesen cerradas antes de salir.
Posterior a los hechos, mi vieja me comentó que ese día andaban flaites en la calle pidiendo dinero, y uno en especial le pareció muy sospechoso. No me cabe duda que ese sujeto debe haber detectado la ventana abierta, y junto a cómplices, aprovechó nuestra ausencia para desvalijar parte de la casa.
Mi tío recién se había cambiado a una lujosa casa con una piscina, y después de una bonita cena y de abrir los obsequios a medianoche, mis primos se zambulleron en la piscina. Me invitaron a participar, pero por alguna extraña razón, no quise bañarme (a pesar que la noche estaba muy agradable). Me sentí extraño, como angustiado. No le di mayor importancia, y poco después, ya estábamos en camino de regreso a casa. Ni nos imaginábamos lo que sucedería después.
En la casa, teníamos algunos obsequios al pie del árbol navideño, de modo que al llegar, me acerqué a verlos. Sin embargo, descubrí extrañado que no había ninguno. En ese momento no entendí qué pasaba. Fue una confusión total. Luego de un minuto, observamos que un
boombox que teníamos en el comedor, había sido manipulado como con la intención de sacarlo de su lugar. Entonces mi vieja exclamo: "Se entraron". Recién en ese instante me di cuenta que alguien había violado nuestro hogar. Ni me preocupé de pensar que si había entrado un ladrón, podría estar todavía dentro de la casa. Subí disparado a mi habitación, imaginándome lo peor. Al entrar, mis temores se hicieron realidad: la ventana estaba abierta totalmente, y como los ladrones entraron por mi habitación, la arrasaron.
Como era de esperar, robaron casi todo lo electrónico, algo de ropa, y uno que otro perfume. Fueron selectivos, porque sustrajeron las cosas de mayor valor (entre ellas, los relojes que mencioné en mi crónica anterior, y varios artículos que había comprado en mi reciente viaje a Iquique). Otros objetos más "rasca" no los tocaron, como un walkman medio malo marca chancho (que ni siquiera era mío). El haberme dado cuenta que no se llevaron este objeto tuvo mucha significación después, como voy a narrar a continuación.
Los antisociales registraron toda la casa, pero afortunadamente mi vieja cerró con llave su habitación, de modo que no le tocaron nada (en el fondo, creo que fue mejor así, porque de haber entrado allí, los ladrones habrían tenido acceso a joyas, dinero y un arma de fuego).
Rápidamente llamamos a Carabineros. Pensamos que no tardarían en venir. Pero demoraron más de dos horas. Entretanto, llamamos a la Policía de Investigaciones, pero no quisieron acudir, ya que "si llamaron a Carabineros, deben esperarlos".
Finalmente llegaron dos pacos. Eran las tres de la mañana. Uno entró armado con una ametralladora, y curiosamente andaba con su traje completo (lo lógico era que anduviera de camisa, ya que la noche estaba bastante agradable). Hurgó por todas partes. El otro, que hacía de jefe, nos tomó algunas declaraciones y una lista de las cosas que nos habían robado. Cuando volvío el paco de la ametralladora, nos pidió el baño, y posteriormente se fueron.
Esa noche prácticamente no dormí nada, pues los antisociales lograron hacerse de las llaves de la casa. Cuando amaneció, tenía la esperanza que todo lo vivido sólo hubiese sido una pesadilla. Pero la pesadilla era real. Era Navidad, y yo estaba desvalijado. El día estaba cubierto y raro. Salimos al patio y descubrimos otras algunas sorpresas. Una silla de madera con señas de haber sido usada para sacar cosas de la casa, marcas de zapatillas, y el sello habitual de un ladrón: dejar su excremento en la casa, en este caso, fue en el patio. Cerca de estas señas, encontramos una pista que podría haber dado con el paradero de los ladrones (si la justicia hubiese hecho su labor, pero para variar el juez ordenó archivar los antecedentes sin investigar nada). En el suelo había un papelito donde aparecía el nombre de una guagua y un consultorio. No me cabe duda que con una pequeña investigación se podría haber dado con el nombre de la persona que andaba con esa criatura y en definitiva, con los responsables, y quizá habría podido recuperar algunas de mi cositas.
Recuerdo que esa mañana conversamos mucho con mi vieja. Tratando de armar el rompecabezas del robo, cómo había sido efecutado, por dónde habían transitado los antisociales, etc. Ella había hablado con vecinos que curiosamente "nada habían visto". Yo le mencioné que algunas cosas se habían salvado de los ladrones, como el walkman rasca. Cuando fuimos a verlo, había desaparecido. Desde que lo vi la última vez, las únicas personas que entraron a la casa fueron los pacos. Y entonces entendimos por qué el paco de la ametralladora había pedido el baño: fue para acomodarse el walkman oculto en su chaqueta.
Al transcurrir el día, el tiempo se descompuso y se desató un aguacero totalmente inesperado, tanto como lo fue el robo y la gran tristeza que me embargo aquel día. Yo diría que de no haber sido por la ayuda de mi vieja, habría caído en una depresión fulminante. En particular recuerdo un comentario totalmente desatinado que hizo una tía al enterarse de lo sucedido, cuando dijo que "en estos momentos el ladrón debe estar feliz eschuchando tus discos en tu equipo, con tus zapatos, poniéndose tu perfume", etc. Ese comentario, totalmente burlesco y falto de tino, lo encontré casi criminal y me hizo recordar que a veces hay gente que no medita lo que va a decir (la típica
pachotada).
La terrible experiencia del robo me dejó afectado mucho tiempo, aparte de lo que significó para mí la pérdida de pertenencias (en una época en que era estudiante y no ganaba plata como para reponer lo perdido), yo diría que fue más desagradable la sensación de violación de hogar, que varios ladrones escudriñaron mi casa, mi habitación, y mis cosas. Y quizá lo más triste de la historia, es haber sido atendido por un
carabinero corrupto,
tan ladrón como los flaites que robaron mi casa.
Por esto, siempre me preocupa dejar la casa sola. Y cuando veo flaites rondando mi calle, me preocupo. Porque al verlos, me parece estar viendo a los indeseables que un día violaron mi hogar...